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LIBROS
Un escritor en guerra: Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945
Antony Beevor
Traducción de Juanmari Madariaga. Crítica. Barcelona, 2006. 448 páginas, 24 euros
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Octavio RUIZ-MANJÓN | Publicado el 07/09/2006
El
Ejército Rojo fue uno de los grandes instrumentos para la creación de
un sentimiento patriótico en aquel abigarrado conglomerado de pueblos
que constituyeron la antigua Unión Soviética. Su comportamiento en la
segunda guerra mundial, a la que Stalin hizo llamar la Gran Guerra
Patriótica, fue presentado como un ejemplo para todos los ciudadanos, a
la vez que servía a la glorificación de aquel tirano, que fue su general
en jefe. Todavía hoy, la imagen de los antiguos combatientes, que
aparecen a veces en los reportajes con sus viejas condecoraciones, se
convierte en un testimonio patético de aquel pasado de horror, pero
también de heroísmo.
Los estudios sobre el Ejército Rojo,
especialmente a partir de la apertura de muchos archivos soviéticos, han
variado significativamente la imagen heroica y ejemplar que quiso
ofrecer aquel régimen. Los estudios de Catherine Merridale, de W. S.
Dunn o de David Glantz, todos ellos sin traducir en España, han puesto a
la vista del público lector una nueva imagen de aquel ejército
soviético en la que, sin negar la magnitud de sus éxitos militares a
partir de comienzos de 1943 que fueron esenciales para la derrota del
nazismo, aparecen también las deficiencias de organización y de mando
que costaron miles de vidas propias, antes de que se desparramaran por
Europa Oriental dejando una ola de saqueos y violaciones consentidas por
sus mandos.
Antony Beevor (1946) ha demostrado sobradamente, a
través de sus espléndidos estudios sobre la batalla de Stalingrado
(1998) y la caída de Berlín (2002), de los que sí hay traducciones
españolas (Crítica y Círculo de Lectores, en ambos casos), que conoce
muy bien la realidad de ese Ejército Rojo y nos lo acerca ahora de nuevo
a través del cuidadoso y sugerente trabajo de edición de las
anotaciones personales del escritor Vasili Grossman, que ha realizado en
colaboración con su habitual ayudante de investigación, Luba
Vinogradova.
Vasili Grossman fue un judío ruso, nacido en 1905,
que estudió química en la universidad de Moscú y publicó algunas novelas
antes de la guerra. Fue entonces cuando se incorporó a “Estrella Roja”
(Krasnaya Zvezda), el diario del Ejército Rojo, en el que publicó sus
reportajes hasta la caída de Berlín. En los artículos demostró una
extraordinaria penetración para describir la vida de los simples
soldados, los “Ivanes”, y su capacidad de heroísmo y sacrificio. De ahí
sacó el material para una novela -El pueblo inmortal- que le proporcionaría un gran éxito aunque no fuese del gusto de Stalin. Hacia 1960 acabaría su gran obra,Vida y destino
(Seix Barral, 1985), que fue secuestrada por las autoridades
soviéticas, aunque un amigo del novelista hiciera llegar a Occidente una
copia microfilmada del manuscrito que permitió que la novela viese la
luz en 1984. Grossman no llegó a verla publicada, porque había muerto
en 1964.
El testimonio que ahora ofrecen Beevor y Vinogradova es,
en cierto modo, la parte de atrás del tapiz heroico con el que las
autoridades soviéticas quisieron retratar aquellos años de lucha contra
las tropas nazis, a través de las notas personales que redactaba
Grossman -algo que estaba terminantemente prohibido- así como de algunas
cartas dispersas y de artículos no publicados, que se han conservado en
los archivos soviéticos.
El material significa, sobre todo, un
ejercicio de sinceridad, en el que abundan momentos de emoción como el
de la visita a la que fue la casa de Tolstoi, en Iasnaia Poliana, en
unos momentos en los que parecía que el avance alemán era incontenible.
“Rara vez he sentido tanto dolor”, anota Grossman. Un dolor que aún se
multiplicaría, años más tarde cuando, liberada su ciudad natal, trató de
reconstruir las circunstancias de la muerte de su madre, una de los
treinta mil judíos que fueron allí asesinados. Eso le llevaría a volcar
muchas de sus energías en la confección de un Libro negro sobre el holocausto judío en la Unión Soviética, que
encontró la oposición de Stalin, contrario a que se crearan categorías
diferentes de muertos y, además, reacio a que se conociese el
comportamiento colaboracionista de algunos ucranianos.
Vasili
Grossman, en cualquier caso, dejó escrito un testimonio sobrecogedor
sobre los campos de exterminio que encontró en Polonia y las anotaciones
llevan hasta la caída de Berlín y significan una mirada tan apasionante
como humana a los horrores que entonces se vivieron.
TRES CUESTIONES A ANTONY BEEVOR
-Ha
escrito un libro sobre el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial
utilizando la figura de una persona en concreto, Vasili Grossman. ¿Por
qué?
-Yo había abordado en parte el tema en obras anteriores como
Stalingrado y Berlín, y fue durante su escritura que tuve conocimiento
de la figura de Grossman y, sobre todo, tuve acceso a una gran cantidad
de material personal que me ha sido de gran ayuda. Me di cuenta de que
sus escritos no habían desaparecido, ya que entregó parte de sus notas a
un amigo, y gracias a un editor inglés entré en contacto con toda esa
información. Para mí fue una oportunidad única leer de primera mano sus
impresiones, entre las que se encuentran experiencias en campos de
concecentración. Fue el único periodista que tuvo acceso a aquello.
-¿Es esta obra una biografía o un ensayo?
-Es
un intento de reconstruir un espíritu y una época de la que se tenía
conocimiento a través de fuentes de información muy mediatizadas, como
por ejemplo la Propaganda.
-¿Qué mitos sobre el Ejército Rojo desmonta su libro?
-Bueno,
es cierto que existe una idealización generalizada sobre el Ejército
Rojo, pero toda esta información que nos ha proporcionado Grossman nos
dan una visión desde dentro del conflicto muy enriquecedora. él estuvo
en campos de concentración en Polonia y sus impresiones sobre el estado
de ánimo del ejército ruso completan la idea que nos podíamos haber
hecho a través de obras com Berlín o Estalingrado.